Un vampiro no es una mariposa con purpurina. Eso es así aquí y en la Conchinchina (Vietnam). El mismísimo Stephen King, aunque no sea mi santo de devoción pero sí un entendido del tema, ha puesto a parir a Crepúsculo hasta arriba.
Seamos serios: son películas inspiradas en novelas para niñas adolescentes y con poco cerebro. Lo que les interesa es el señorito maromo que aparece y poco más (sentirse identificadas con la protagonista tímida y recatada, imagino). Y es que no se puede hacer una historia creíble de vampiros tan puritanos y conservadores.
El vampiro de verdad es sanguinolento y pasional como ninguno. Capaz de ir más allá del bien y del mal. Un bicho impredecible y tan humano que da miedo. Incluyendo los peores vicios de la Humanidad. Esa es la cuestión.